Hace unos días he tenido la oportunidad de escuchar en el programa Nómadas de Radio Nacional de España, el relato de un viaje entre Luanda y Benguela en Angola, viaje que durante dos años he tenido que hacer al menos una vez al mes, en cada sentido. Esto ha traído a mi cabeza los recuerdos de mi primer viaje entre ambas ciudades. A continuación puedes leer los detalles, tanto de mi llegada a Luanda como de mi instalación en Benguela.
Tal y como indicaba en mi entrada del pasado 3 de julio, en la primavera de 1995, tras una intensa y concienzuda preparación (“briefing”) de la mano del Director Ejecutivo del Departamento de Cooperación Internacional de Cruz Roja Española, Manuel Fernández Gómez, y en Ginebra, soy enviado por la Federación Internacional de Sociedades Nacionales de Cruz Roja y Media Luna Roja (Federación) como Delegado de Socorros a Benguela (Angola).
En aquel momento, la Federación había lanzado el Llamamiento Internacional 01.13/95 a favor de la población desplazada dentro del país.
La guerra civil de Angola fue la más prolongada de África, y había dejado arrasado el país. A pesar de la firma de los acuerdos de paz en Lusaka (Zambia) en noviembre de 1994, había una población cercana a los cuatro millones de personas (de un total de diez) que todavía requerían asistencia humanitaria, dado que la economía había sido completamente destruida y el caos predominaba en la mayor parte de las provincias. Con este Llamamiento, la Federación, a través de la Cruz Roja de Angola (Cruz Vermelha de Angola – CVA) quería expandir sus programas de asistencia a favor de 150.000 desplazados en once provincias; tomar parte en una iniciativa de Naciones Unidas sobre prevención de las consecuencias de las minas antipersona y fortalecer la capacidad operativa de la CVA para su futuro trabajo de rehabilitación y de socorros.

El plan de acción contemplaba el incremento de la asistencia a los desplazados internos, entre otras, en la provincia de Benguela y las actividades principales comprendían: programas de cuidados de salud garantizando el funcionamiento de una red de puestos y centros de salud en el sur del país, construcción, rehabilitación y mantenimiento de los mismos; distribuciones alimentarias y no alimentarias; distribuciones de aperos de labranza, de semillas, de ropa, enseres, de medios de vida; actividades de prevención y sensibilización por el riesgo de minas antipersona; formación en preparación ante desastres.

Además había un componente de desarrollo de la Cruz Vermelha de Angola en todos los ámbitos y particularmente yo me empeñé en el que me correspondía que era el de Benguela y otras provincias del sur como Namibe, Huila y Cunene, así como del “empoderamiento” (proceso por el cual las personas fortalecen sus capacidades, confianza, visión y protagonismo como grupo social para impulsar cambios positivos de las situaciones que viven) de su personal, tanto profesionalizado como voluntario.
Con este contexto, inicio mi largo viaje hasta mi destino final en Benguela el 13 de abril (Jueves Santo) de 1995.
Desde Madrid vuelo con la desaparecida compañía belga Sabena, a Bruselas, y desde allí a Luanda, haciendo escala en Kinshasa.
Una vez en Luanda, conozco a los que a partir de ese momento serán mis compañeros de equipo.
Destaco, entre otras, la presencia y liderazgo del finlandés Stefan Baumgatner así como del portugués Pedro Simöes y de la caboverdiana – portuguesa Eloisa da Cruz Lima . Posteriormente y entre otros se uniría, el francés Jean-Louis Gallo . Sin lugar a dudas, del personal “expatriado”, son las personas con los que he tenido más oportunidad de relacionarme, compartir y aprender.
La pena, es que ellos estaban basados en Luanda y a mí, aún me tocaba hacer el último tramo del viaje hasta mi destino final en Benguela.
Antes de partir hacia Benguela, me registro en la Embajada española, conozco al personal que trabaja para la misma, incluido el Embajador y me familiarizo con el funcionamiento de la “valija diplomática” que durante casi dos años fue mi principal y más fiable vía de comunicación con mi familia y amigos.

Para ir a Benguela, la situación no resultaba fácil. La carretera que conducía de Luanda a Benguela, estaba cerrada por minas anti carro y minas anti persona, por lo que tuvimos que articular un plan “b” para llegar con el vehículo todoterreno 4×4 imprescindible para poder desplazarte por las vías y carreteras que también habían sufrido las consecuencias de la guerra.

El plan b, consistía en tratar de llegar a Benguela en un buque carguero de contenedores. En el mismo buque, íbamos a trasladar varios contenedores con ayuda humanitaria y el mencionado vehículo. Después de varios días de espera, se confirma el viaje, pero, a la ciudad de Namibe (a 415 kilómetros de kilómetros al sur de Benguela).

La travesía en barco, nos llevó unas 36 horas, navegando prácticamente en paralelo a la rectilínea costa de Angola, en general, con buena mar y compartiendo esas dos jornadas con la tripulación portuguesa y angoleña del buque. Dado que el buque no admitía pasajeros, me tocó viajar en la enfermería del mismo.
Una vez en Namibe y efectuados todos los trámites de aduana, que a veces en Angola eran largos, tediosos y desesperantes, conseguimos recuperar nuestra carga y el vehículo que nos permitiría afrontar el último tramo del viaje.

En Namibe, tuve oportunidad de conocer a Simão Caquarta de la Cruz Vermelha de Angola, con el que trabajé intensa y eficazmente. La coordinación y la sintonía fue una tónica de nuestro trabajo. La mayor parte de las cosas que yo sé y aprendí en Angola se las debo a Simão. Desde ese momento y en los siguientes dos años sería mi sombra y yo la suya.
Desde Namibe, había dos opciones de viajar por carretera (bueno, mejor dicho por superficie, dado que durante cientos de kilómetros la carretera era inexistente) a Benguela, una era vía Lubango (Huila), y la otra era vía Bentiaba y Lucira.

Por la razón que fuera, nosotros elegimos la opción “corta”, una vez comprobado en la sede de Naciones Unidas (Misión de Verificación para Angola de Naciones Unidas – UNAVEM) que en las últimas horas / días no se habían registrado incidentes de seguridad. Este trayecto “más corto” supusieron otras 12 horas adicionales de viaje, en unas condiciones realmente duras y adversas. En ese último trayecto realmente aprendí sobre el terreno el significado de lo que significa conducir con un vehículo con tracción a las cuatro ruedas y la importancia de disponer del mismo.
Durante el recorrido se puede ver con toda su crudeza, algunas de las consecuencias de la guerra: edificios muy dañados, restos de material militar, tanques, minas anti carro y anti persona, etc. y hubo que sortear tramos de ríos, cuyos puentes se encontraban destruidos. Sin lugar a dudas, los restos visibles del reciente conflicto estaban demasiado a la vista.

Cada equis kilómetros (en los límites provinciales, en los accesos a puentes o a núcleos de población) te topabas con unos “controles de seguridad” de lo más variopinto, pero que había que tratar de superar con respeto y con mucha paciencia para no irritar a los vigilantes fuertemente armados, poco formados y deficientemente uniformados y de esta forma pasarlos sin mayores consecuencias para tu integridad ni de la carga que transportabas.

Tras varios días de tránsito y de adaptación en la vibrante y caótica ciudad de Luanda, por fin conseguí llegar al sur, a la ciudad de Benguela, la tercera ciudad más poblada del país y capital de la provincia del mismo nombre, una ciudad agradable, manejable y que durante casi dos años, sería mi ciudad de adopción. Una ciudad sin puerto, pero con vistas al mar en la que no era imprescindible el uso del vehículo para cualquier mínima gestión. Una ciudad bastante segura, teniendo en cuenta la situación de los alrededores y con un personal integrante de la Cruz Vermelha con mucha experiencia y mucha dedicación con el que desde el primer minuto me sentí realmente integrado.
En próximas entradas en este blog relataré el detalle y el día a día de mis cometidos en Angola y la realidad que allí me encontré de frente con la que sería la dura realidad que me esperaría durante los siguientes meses en mi vida.
Unos meses después de mi regreso de Angola, desde el periódico El País quisieron tomarme unas declaraciones sobre la vivencia para ilustrar un artículo sobre españoles que habíamos vivido en países en los que había minas anti persona. Esto es lo publicado.

Dado que la situación en la actualidad es muy distinta y bastante mejor, te dejo este enlace con el audio del Programa Nómadas por si quieres escuchar la narración.
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